Burocracia ambulante
(Parte 3)
Según la resolución 604 de 1993 del Ministerio de Salud existen diferentes normas que estipulan la forma en la que se deben tratar los alimentos que se comercializan en la vía pública. Acceso a agua potable, utilización de uniforme y gorro protector, así como el lavado de manos con agua corriente y jabón después de cada preparación, son algunos de los requisitos que impone el Ministerio para la manipulación de los alimentos.
Adicionalmente, el Ministerio también establece parámetros en cuanto a la presentación de los vendedores. De acuerdo con la resolución, quien manipule alimentos no podrá hacer uso de ningún tipo de joyas como anillos o pulseras y no podrá tener ningún tipo de químico en sus manos como: cremas, lociones o esmaltes de uñas. Los carros o quioscos donde se comercialicen los alimentos tendrán que contar con la adecuación necesaria para garantizar la preservación e higiene de los alimentos, como espacio para neveras y basuras clasificadas.
A pesar de toda esta reglamentación y la implementación de cursos y capacitaciones obligatorias para la manipulación de alimentos, es innegable reconocer que la regulación de esta actividad se ha vuelto cada vez más difícil, debido al número de vendedores que actualmente hay en la ciudad y de los cuales no existe un registro claro. Por lo que imponer sanciones o hacer seguimientos es una tarea casi que imposible, ya que además de no contar con cifras claras, muchas veces los puestos de comida no son atendidos directamente por sus propietarios, sino que son administrados por empleados que trabajan bajo el mando de personas jurídicas o naturales con alto poder adquisitivo, las cuales poseen diferentes puntos de venta que dirigen desde el anonimato.
Para Luis Meneses, Inspector E11 de Policía de la localidad de Suba, los mayores problemas que existen alrededor de las ventas de comida en el espacio público, tienen que ver con las posibles mafias que se esconden detrás de estos puntos; y con los riesgos de salud a los que se expone la ciudadanía al adquirir alimentos que no cumplen con las normas básicas de salubridad e higiene. Meneses afirma que muchas veces ha tenido que ver cómo la ciudadanía se opone y critica los operativos de recuperación del espacio público y confiscación de alimentos en mal estado. Sin embargo, también reconoce que en su oficio se ha encontrado con varios puestos muy bien organizados, con ofertas y variedades de comida muy amplias.